Delta. El proceso. I

I

Justo en el preciso instante en el que el alba tintaba de color toda la ciudad, Emma se encontraba nerviosa y contraída en su diminuta cama que yacía debajo de la ventana. Durante la noche anterior había discutido con sus padres que se negaron a seguir sumisos al proceso y le insinuaron que debía abandonar la ciudad. Esa era la última noche de la iniciación de toda una generación, pues todos los jóvenes de su edad conocían que su destino estaba escrito y que faltaban escasas horas para conocer cuál sería su lugar en Delta.

Emma no podía dejar de pensar, mientras observaba el cielo a través de la ventana, en los beneficios que tenían cada uno de los caminos que le esperaban para tratar de justificarse de una decisión impuesta por la sociedad de la que ella creía que tenía que cambiar.  Sabía que el destino que le asignasen era muy importante y según lo elegido podría luchar por ese cambio deseado o seguiría siendo una ciudadana más de Delta.

Aunque entendía y defendía el trabajo que los fundadores de Delta hicieron después de la Guerra de Transición, estaba convencida de que habían pasado muchos años de aquella terrible situación y era hora de buscar otro camino para la sociedad de la ciudad. Vivían confinados dentro de la ciudad hacía más desde hace más de medio siglo.

Con el fallecimiento de Angela, la última fundadora, se había propiciado un cambio en el sistema de gobierno que podría haber traído nuevos aires a la ciudad, pero fueron más restrictivos. Ahora era el mandato de Teresa, una mujer con un pasado impecable y una vida dedicada a lucha ferviente contra los rebeldes. El nombramiento de Teresa no sorprendió a nadie en la ciudad pues era la mano derecha de Ángela y fue la propia fundadora quien la nombró su sucesora.

Sin embargo, desde que Teresa llegó al poder, se incrementó la tasa de homicidios dentro de la ciudad y por ello Teresa reforzó la seguridad de la ciudad con un ejército de humanoides culpando a los rebeldes que estaban asentados a las afueras de la ciudad. Esta decisión no agradó a algunos ciudadanos que sentían miedo de los humanoides y los señalaban como los principales sospechosos de esos homicidios.

Para Emma era necesario abrir la ciudad y comenzar una nueva época, comenzar con el diálogo y trazar nuevas alianzas en los tiempos que estaban por venir. Pensaba que desde la ciudad se estaban endureciendo demasiado las medidas del gobierno y también dudaba que siguiera siendo eficaz el sistema restrictivo y disciplinario de la Academia, pues en ella se decidía sobre su futuro de toda una generación como pensadora, militar o artesana sin ninguna prueba objetiva que demostrara el ingenio, la destreza o la fuerza, sino que simplemente se realizaba una prueba genética.

Fue Rob el que interrumpió la larga reflexión de Emma esa mañana.
– Señorita, tiene levantarse, sino llegará tarde al proceso. – dijo abriendo la puerta.

– Rob… te he dicho que no tienes que tratarme de usted.
– Vas a ser una gran prensadora.
– Tengo miedo.
– Es necesario, sólo los insensatos no lo tienen.
– Mis padres no quieren que vaya a la Academia.
– Es tu deber cumplir con tu destino, Emma.
– Vosotros lo tenéis tan claro. Me gustaría ser cómo tu.
– ¿No saber con certeza lo que es el dolor y el amor?

Se rieron juntos. Una unión especial existía entre ellos, pues él había cuidado de ella desde pequeña.

– Tienes que darte prisa, en diecisiete minutos y treinta segundos empieza el acto.
– Siempre tan exacto. ¿No te cansas de saberlo todo?
– No me diseñaron para cansarme.

Emma se cambió la túnica que utilizaba en casa por la que Rob llevaba en sus manos, una más elegante, nueva, con tonos crema y repuntes dorados. Tras sonreírse a sí misma en el espejo, sonrió a Rob.

Desde la otra punta de la casa se escuchó un fuerte ruido y un grito agónico. Emma salió de la habitación corriendo. – Madre, madre. – gritaba. Al llegar a la habitación de sus padres observó como los dos yacían juntos e inmóviles. Asesinados cruelmente y sin ninguna razón, pensó Emma.

Rob se acercó a la puerta de la habitación sin saber cómo actuar y observó a Emma llorando junto a los cuerpos. – Necesita algo señorita. – dijo tímidamente. – Debemos avisar de lo sucedido. – siguió el humanoide.

– No, aún no. – Emma se secó las lágrimas. – Debemos averiguar quién está detrás de esto.