III
A través de la ventana entraba la luz del sol que empezaba a asomarse tras el bosque que rodeaba la Academia. En el dormitorio había diez camas repartidas por toda la habitación. Todos los jóvenes seguían durmiendo excepto Emma que se encontraba inspeccionando la misteriosa caja que le trajo Rob.
Todo parecía muy tranquilo cuando de repente alguien tocó a Emma por la espalda, esta se asustó y escondió la caja. Al girarse vio que era Megan y bajó la guardia de nuevo.
– Joder, que susto. – dijo Emma.
– ¿Qué escondes?
– Nada.
– A la cárcel vas a venirle a robar.
Megan se puso sobre Emma y sacó la caja de debajo de la almohada.
– ¿Qué es esto?
– Nada.
– Uff… – Megan se miró a Emma resoplando. – Cuando te pones así tienes una hostia en la cabeza.
Emma le quitó la caja y la vuelve a poner bajo la almohada.
– ¿Me vas a contar que es?
– Aún no lo sé.
– ¿De dónde lo has sacado?
Emma miró fijamente a Megan, pensando si sincerarse. Tras un tenso silencio fueron interrumpidas por una humanoide que venía a buscar a la joven pensadora.
– Debe acompañarme ahora.
– ¿Qué ocurre? – preguntó Megan.
– La directora de la Academia tiene que hablar con usted. – reiteró la humanoide dirigiéndose a Emma.
– Voy.
Megan se acercó a Emma y le preguntó susurrando.
– ¿Esto no tendrá nada que ver con la caja?
– No lo sé. – dijo Emma. – No lo creo, pero por si acaso escóndela bien cuando salgamos.
Megan cada vez estaba más sorprendida por la actitud de Emma. La joven pensadora salió acompañada de la habitación. Al salir Megan se abalanzó sobre la cama de Emma para coger la caja e inspeccionarla.
– ¿Qué coño escondes? – le dijo a la caja.
Megan inspeccionó la caja por todos los lados, intentó abrirla introduciendo combinaciones que no daban resultado. Mientras estaba concentrada con ese pequeño objeto fue sorprendida por Pol.
– ¿Qué haces tan temprano? – dijo Pol.
– Coño. – dijo asustada Megan escondiendo la caja. – ¿Tú que quieres matarme o qué?
– ¿Qué escondes?
– Nada.
Pol intentó quitarle la caja, pero no lo consiguió. En el forcejeo observó que del de él chico colgaba un símbolo idéntico al de la caja. Megan se chuleó ante su amigo.
– A la cárcel le vas a venir a robar. – dijo Megan.
– Eres muy soberbia a veces.
– ¿Sólo a veces? – replicó Megan. – Por cierto, ¿qué es eso que llevas colgando?
Pol cogió el colgante.
– ¿Esto?
– No esto. – le dijo bromeando y señalándole el paquete.
Los dos empezaron a reír.
– Es de la escuela de tecnología humanoide.
– Ya te han dado destino por lo que veo.
– No es tan emocionante como el tuyo, pero voy a crear a tus colegas de seguridad.
– Espero que no sea por mucho tiempo. No me gusta nada que los humanoides sean militares.
Los dos jóvenes se llevaban muy bien, tanto que existía entre ellos mucha confianza que se veía traducida en la cercanía con la que seguían conversando.