Delta. El proceso. VIII

VIII – Entre los árboles cercanos a la costa se encontraba caminando Markus que seguía dándole vueltas…

VIII

Entre los árboles cercanos a la costa se encontraba caminando Markus que seguía dándole vueltas en su cabeza sobre lo ocurrido en las últimas horas. El sol teñía el suelo con las alargadas sombras de los árboles antes de esconderse tras la cordillera que descansaba al otro lado de la bahía. Con un paso ligero se le acercó Bekka que además venía con una actitud muy distinta a la que había demostrado por la mañana.

– Papa.
– ¿Ya no soy el Comandante? – dijo con dolor Markus.
– Sabes que tengo que hacerme valer, todos me miran como la pobre hija del Comandante. – replicó Bekka.

Markus siguió andando tras una exhalación a modo de respuesta. Bekka que se había quedado parada volvió a acelerar el paso para acercarse a él.

– No me habías contado lo de Nil. – dijo Bekka intentando entablar conversación.
– Nil es una de las personas más importantes de mi vida, al igual que tú.
– Pero Nil no es una persona, es un robot.
– Ese es el problema. – dijo Markus entristecido.
– ¿Qué sea un robot?
– No, que la sociedad no le vea como uno más dentro de ella.

Bekka que quería entender a su padre no comprendía su empeño en defender a los humanoides.

– Desde pequeño me han fascinado los humanoides. He leído sobre ellos, los he estudiado en profundidad e incluso he dado la vida a algunos de los que hoy caminan y viven por el mundo. He llegado a comprender el porque de su existencia.
– ¿Y cuál es la respuesta?
– Difícilmente la comprenderías si no los entiendes como parte de la sociedad.
– Quizás necesite que me lo expliques para comprenderte.
– El ser humano ha perseguido siempre la inmortalidad. – siguió andando Markus. –  Ahora que ha conseguido crear a seres que son inmortales, pero no ha conseguido programarlos con sus propias vivencias y en definitiva hacerse él mismo eterno, ha programado a los humanoides para ser sirvientes, para ser objetos, es decir para no ser nadie. – dijo rotundamente Markus. – Cuando entendí que el egoísmo del ser humano estaba frenando el avance tecnológico de la vida humanoide fue cuando comprendí que la lucha y el miedo creado por algunos no reside más que en la envidia de la eternidad. -Markus se paró y miró fijamente a Bekka. – El ser humano no puede permitir que otro ser inteligente le sobreviva y en definitiva él se vaya extinguiendo poco a poco. Por eso la ley de los humanoides en Delta obliga a que pasen de un dueño a otro con vínculo familiar, pero se desconectan cuando desaparecen los vínculos a la espera de que los vuelvan a programar. Hoy hemos cometido el mayor delito contra la libertar y la vida desde que los primeros rebeldes fundaron esta sociedad. – Markus miró al horizonte justo cuando la puesta del sol tenía todo al cielo de color rojo. – Sé que ellos nunca lo hubieran permitido, porque ante todo prevalece el derecho a ser libres.

Bekka que se había quedado inmóvil durante todo el discurso de su padre decidió romper el silencio que se formó segundos después.

– ¿Qué pensaba mamá de todo esto?
– A ella nunca le gustó el sistema de Delta.
– ¿Ella luchaba por cambiar la ciudad?
– Fue todo muy complicado. – dijo Markus volviendo a mirar al horizonte. – Sobre todo cuando entramos en la Academia.