Delta. El proceso. IV

IV

Habían pasado escasos minutos desde que se había dado comienzo al Consejo mientras continuaba el bullicio desde las afueras de la sala. Markus permanecía sentado en el centro entre las doce consejeras y consejeros restantes, seis en cada lateral del Comandante, mientras esperaban a que Nil, el secretario, acabase de leer y anunciar el único punto del día, “La guerra con Delta”.

Markus auguraba un Consejo arduo y tenso, conocía que las facciones más radicales estaban ansiosas del poder, pero nunca habían tenido una figura de liderazgo como la que acababa de surgir esa misma mañana entre las broncas. Sin ninguna duda para el Comandante la lucha más difícil iba a ser convencer a Bekka, su propia hija, de que el camino que estaba intentando seguir no era el correcto.

Sin embargo, la percepción de Bekka era totalmente la contraria, se estaba empezando a comportar como cualquier adolescente que repudia y contradice todo lo que les vincule a sus progenitores. Por esa misma razón, la joven consejera, quería hacerse valer entre los rebeldes mandando un mensaje claro, ella no era su padre.

– Tiene la palabra el Comandante. – concluyó Nil.

Se hizo el silencio en el exterior. Markus se levantó lentamente y adoptó una posición inclinada y cercana para exponer su posición fue mirando a todas y cada una de las personas presentes en la sala apelando a la confraternidad.

– Queridas consejeras, consejeros. – dijo mirando a todos los presentes en la sala. – Sin duda hoy es un día muy importante para nuestra sociedad, un pueblo que siempre ha vivido separado y al margen de la ley y las imposiciones que rigen el sistema de la ciudad, pero hemos actuado siempre desde la paz y el dialogo con nuestro principal enemigo, el sistema de organización de Delta y su Consejo de Pensadores. Y es por esa misma razón por la que hemos prosperado y hemos ido ganando confianza entre algunas conciencias dentro de Delta. Nos reunimos aquí hoy el Consejo de la Rebelión, un consejo insumiso y que prometió velar por la igualdad de oportunidades de cualquiera que llegue a nuestra sociedad. Estamos aquí reunidos los trece consejeros que fuimos elegidos por todos y cada uno de los rebeldes y fuisteis vosotros mismos los que me nombrasteis como el trigésimo quinto Comandante de nuestra historia. Mi mandato siempre se ha inspirado en el espíritu los primeros rebeldes que huyeron de Delta, en la primera Comandante que unió a poco más de unas veinte personas que salieron de la ciudad para intentar vivir de una forma más justa. Ese espíritu es lo que siempre nos ha diferenciado de ellos que no contentos con no dejarnos vivir libres dentro de sus muros nos persiguen fuera de ellos. Creo que ahora más que nunca que debemos hacernos escuchar entre las voces populares de la ciudad, que nos conozcan y sepan que aquí siempre serán bien recibidos. Debemos trabajar para seguir luchando por una sociedad más justa. Es por eso por lo que solicito al Consejo que no vote a favor de la declaración de guerra a Delta y sigamos por el mismo camino que llevamos recorriendo hace tiempo.

Tras terminar su turno de oración empezó a escucharse de nuevo el bullicio que provenía de exterior de la sala. – Se procede a la votación por parte del Consejo para la declaración de Guerra a la ciudad de Delta. – dijo Nil. Las consejeras y consejeros fueron levantando sus manos y se pudieron contabilizar seis puños alzados a favor de la guerra frente a siete palmas alzadas contra la misma declaración.

– Queda acordado por el Consejo extraordinario la no declaración de guerra a la ciudad de Delta. – confirmó Nil dando fe al acta que él mismo estaba redactando.

Después empezó un silencio incómodo dentro de la sala que fue roto a los pocos segundos por el grito de “¡Muerte a los robots!” que alentaba a los radicales desde el exterior. Dentro de la sala empezó un murmullo entre los consejeros hasta que Markus volvió a tomar la palabra.

– Muerte a los robots. – dijo serenamente. – Es lo mismo que decir, muerte al futuro. Los humanoides fueron diseñados para la sociedad del futuro.
– Esos seres robotizados no han hecho más que sembrar el caos en la ciudad. – replicó una consejera.
– Toda tecnología que se le de un mal uso puede ser muy peligrosa. – contestó Markus.
– Esta sociedad se fundó huyendo del yugo de la tiranía robótica. – dijo otro consejero.
– Te ruego que seas veraz en tus exposiciones. Los primeros rebeldes se levantaron en contra el sistema genético de la Academia, no contra los humanoides. Ellos sólo conviven con nosotros desde hace dos décadas.
– Tú los trajiste. – replicó la consejera de nuevo.
– Algunos nos han ayudado mucho a progresar como sociedad fuera de las murallas. Pensad que sería de este consejo sin Nil. Muchos conviven entre nosotros, aquí son libres no como en la ciudad.
– Y son irreconocibles para muchos de nosotros si no nos lo comunican ellos mismos. Sólo se reconocen entre ellos. – dijo con miedo otro consejero.

Bekka que había permanecido expectante durante todo el transcurso del Consejo decidió levantarse y tomar la palabra.

– Sugiero añadir un nuevo punto extraordinario al orden del día. Que todos los robots sean identificados con una marca en sus túnicas para que todos sepamos si son o no humanos.
– Consejera lamento decirle que su propuesta sólo es posible que entre en este Consejo extraordinario con una mayoría cualificada de los consejeros, es decir con el voto de al menos diez consejeros. – replicó Nil.
– Pues votemos. – contestó rápidamente Bekka mientras levantaba el puño.

Durante unos segundos volvió ese silencio que marcaba los tiempos del Consejo extraordinario en el que fueron sumándose algunas consejeras y consejeros, sobre todo los más radicales. Markus miró a Bekka con condescendencia intentando entender porque se comportaba de esa forma. En un primer recuento visual se pudieron contar ocho puños alzados de los trece presentes. Bekka fue mirando uno a uno a los más reticentes intentando convencerlos. Primero fue uno de los consejeros el que decidió sumarse a la iniciativa propuesta por Bekka.

– Lo siento Markus, pero tiene razón. – dijo Mary, la más veterana de las consejeras, alzando su puño y permitiendo que se aprobara la medida propuesta por la consejera más joven.
– Queda acordado por una mayoría cualificada del Consejo extraordinario que todo humanoide deberá ser identificado por una marca visible en sus ropajes. – confirmó Nil en un tono condescendiente intentando parecer entristecido a pesar de que su condición de humanoide no le permitía conocer empíricamente lo que eran los sentimientos.