Delta. La Academia. VII

VII

Emma estaba acabando su primera clase sobre la historia de Delta y aunque ella se pasó toda la sesión pensando en su querido amigo Rob, no podía dejar de estar atenta y pendiente de la clase ya que la profesora era muy estricta. A más de uno le había caído en la primera clase la vergüenza de tener que levantarse y sufrir el escarnio público de sus compañeros.

La profesora también impartía la asignatura de Consejo de Pensadores, la asignatura dónde se educaba a todos los jóvenes pensadores a saber comportarse en el consejo que iban a formar parte. Silencio, atención y discreción eran los pilares que en ella se impartían y que la profesora aplicaba a su forma de vida en general y como no iba a ser menos, sus alumnos lo sufrían también en la clase de historia.

Al acabar la clase a Emma se le acercó Evan, uno de sus nuevos compañeros de clase, para entablar conversación.

– Emma, ¿verdad?
– Sí. – respondió la joven secamente intentando atajar la conversación que no quería tener.
– Yo soy Evan. – insistió el joven.
– Lo sé.

Emma señaló la clase vacía, pero en la que había muy pocas sillas. Después salió de la sala. El joven se apresuró en cogerla para acompañarla.

– La verdad es que somos pocos. – siguió Evan.
– También me he dado cuenta. – volvió replicar con un tono seco.
– ¿Vivías en el distrito 5 verdad?

Emma se paró en seco y se puso más violenta.

– ¿Qué es lo que quieres? No ves que estoy pasando de ti.

Los jóvenes de los pasillos se giraron para presenciar la escena. Evan intentó calmarla bajando el tono de voz y haciendo un llamamiento a la discreción.

– Sólo quiero que sepas que siento mucho lo de tus padres.

Emma se quedó anonadada sin entender porque ese tío que ella no conocía de nada sabía lo de sus padres.

– ¿Tú qué coño sabes? – dijo mientras se tensaba la situación.
– Matt me lo ha comunicado esta mañana.
– ¿Quién coño es Matt?
– El humanoide de mi familia.
– ¿Y qué tiene que ver Matt con mi familia?
– Es un gran amigo de Rob.
-Espera, que me estoy perdiendo algo. – dijo Emma. – ¿Me estas diciendo que tu te has enterado de que han asesinado a mis padres porque Rob es amigo de tu humanoide… Matt, del que no he oído hablar nunca?
– Sé que suena raro, pero tienes que creerme.
– Lo que yo creo es que eres un puto psicópata que va espiando a la gente. No se como coño habrás recibido información del exterior cuando no se pueden recibir visitas hasta por la tarde, pero esto es muy raro. – dijo la joven mientras expresaba una desconfianza total. – Ahora si me disculpas tengo que ir a ver a Rob que si es mi amigo.

Emma siguió andando y el joven no se rindió. Se acercó a ella y la metió dentro de una habitación. Ella forcejeó e intentó escaparse, pero no pudo. Evan cerró la puerta mientras le tapaba la boca a la joven pensadora.

– Sé que todo esto es muy extraño, pero tienes que confiar en mí, sé que no han sido los rebeldes los que mataron a tus padres.

Emma se sorprendió y cambió la actitud por completo.

– Ahora voy a soltarte, pero no vas a gritar ni salir corriendo, ¿entendido?

La joven afirmó con la cabeza.

– ¿Quién coño eres y porque sabes lo de mis padres?
– Verás, Matt…
– ¿El humanoide amigo de Rob del que yo no sé nada? – interrumpió Emma.
– Vale, lo de que eran amigos es mentira, pero lo que es verdad es que tu padre lo reprogramó para que fuera más libre en mi familia, al igual que Rob.
– Espera un momento, ¿me estás diciendo qué mi padre iba cual delincuente formateando humanoides?
– Como un delincuente no, cómo un libertador. Les ofrecía libertad. Además, solo lo hacía con las familias rebeldes.
– ¿Encima de hacker le estás llamando terrorista?
– ¿Acaso no te dijeron tus padres que no vinieras al proceso?
– ¿Cómo sabes tú eso?

Empezó a sonar la sirena de la Academia que indicaba la hora de la comida.

– Nos vemos esta noche a las once en el otro lado del lago. – dijo Evan.

Emma se quedó paralizada pensando en todo lo que había ocurrido. Es cierto que no se creía que los rebeldes hubieran matado a sus padres, pero de ahí a que ellos fueran parte de los rebeldes no parecía convencerle. Ahora más que nunca se preguntaba qué escondía esa pequeña caja que le había entregado Rob. – ¡Ostras Rob! – pensó – ¿Debe haber ido todo bien? – Salió de la habitación en dirección al departamento de humanoides.